Como lo advertimos tempranamente en abril pasado, en la Conferencia Sindical convocada por el Partido Obrero, la CGT marchó a una fractura múltiple. El asalto de la Casa Rosada a la central, para disciplinarla a los tiempos del “ajuste”, ha derivado en el resultado provisional de cinco centrales: la CGT oficialista, la de Moyano, la Azul y Blanca de Barrionuevo y las dos CTA.
Sin embargo, nadie puede concluir de aquí un resultado que fortalezca al gobierno, el cual hasta no hace mucho tenía dos centrales afines -las de los “dos Hugos” (Moyano y Yasky). La disgregación de la burocracia sindical debilita la regimentación de los sindicatos, crea alineamientos de fracciones burocráticas con la burguesía opositora, maniobras y choques que ya se cobraron la Plaza de Mayo del 27 de junio.
El “ajuste” oficial potencia esta crisis. Todas las fracciones sindicales denuncian la confiscación salarial del impuesto a las ganancias y los salarios familiares, y se quejan por la usurpación de los fondos de las obras sociales, aunque algunas pretextan que al amparo del gobierno podrán conseguir más que enfrentándolo.
Más importante aún es que, como consecuencia de la orientación oficial, hay una definida tendencia huelguística en ascenso. Una semana después de la Plaza de Mayo, en la que Moyano pareció cerrar el ciclo de las paritarias, medio millón de estatales paralizan la provincia de Buenos Aires. En cuanto a la CGT oficialista de Caló, con fecha de largada para octubre, habrá que ver hasta dónde logrará mantener a los sindicatos congelados en el marco de esta crisis. Su reagrupamiento -integrado por elementos como Gerardo Martínez, Pedraza, los viejos “gordos” menemistas y los nuevos gordos como Pignanelli, del Smata; y Fernández, de UTA- es un completo peso muerto para los trabajadores
Los camporistas justifican estas fracturas con el argumento de que Cristina Kirchner “toma distancia de todo el sindicalismo” y “privilegia su relación directa con las masas”. Pero en el país del impuesto al salario, la liquidación de las asignaciones o la cuotificación del aguinaldo, además de las paritarias a la baja, esa pretensión es un espejismo. Lo que se ha iniciado, por el contrario, es un proceso de ruptura de amplios sectores de trabajadores con el kirchnerismo, del cual la disgregación de la burocracia sindical es apenas una expresión deformada.
La mayor iniciativa de Moyano ha sido ostensible desde octubre mismo. Pero sus límites aparecen cada día más claros. No juega ningún papel en la gran huelga del momento, la de los Dragones. En cambio, su aliado Pereyra -del sindicato petrolero y del directorio de la reprivatizada YPF- actúa de carnero de esa lucha, con una oposición “pedracista” al pase a planta de los tercerizados de Cerro Dragón. A Udocba, el sindicato docente bonaerense dirigido por el moyanismo, se le mojó la pólvora después de haber llamado a parar el 27 por el impuesto al salario. Le ha dado las espaldas al formidable proceso huelguístico contra el ajuste de Scioli y no será de la partida del gran paro del 12, porque – vía Moyano- está con el gobernador.
En una sorprendente solicitada, Moyano se acordó de que el gobierno apeló a Pedraza, el jefe de la patota que asesinó a Mariano Ferreyra, al procesado Zanola y a los vaciadores de la CGT para avanzar en sus planes. Más revelador todavía es que recordó las invocaciones de Belén -otro de los puntales de la futura CGT oficialista- “a cazar zurdos atacando a la Cuarta Internacional y al sucio trapo rojo”. Pero el mismo Moyano propuso, hace un par de años, un acto contra el clasismo con la excusa de “pelear contra la derecha”, en el marco de un ascenso de huelgas dirigidas por el clasismo y la conquista de cuerpos de delegados antiburocráticos -una tendencia que se ha profundizado. La fractura de la burocracia tiene como telón de fondo a la transición que se opera en el movimiento obrero hacia una nueva dirección. También, a la cuestión de la independencia política de la clase obrera y su ruptura con los partidos capitalistas. Como lo expresó en su discurso de Plaza de Mayo, Moyano quiere enchalecar este proceso dentro de los límites del peronismo.
No podemos dejar de señalar otro hecho revelador. El viernes 6 de julio, cuando medio millón de estatales pararon contra la cuotificación del aguinaldo, lo hicieron gremios de las cinco centrales, los que fueron arrastrados por la tendencia a la huelga general, por autoconvocatorias y procesos de asambleas conjuntas sin distinción de encuadramientos. Y tanto o más reveladoras fueron las imparables consignas contra Cristina y Scioli al mismo tiempo, cuando distintas burocracias trataban de eludir a uno o a otro, según su alineación.
Hay cinco centrales y no hay ninguna. Como decía aquella consigna antiburocrática de los setenta: “dónde está que no se ve la famosa CGT”. La histórica consigna de un Congreso de Bases, de delegados electos y mandatados en asambleas de cada gremio para resolver un programa y un plan de lucha toma vigencia inmediata frente a la fractura de la CGT.
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